No todos los días se juega en un estadio que lleva el nombre de un futbolista que ha pasado por tus filas. Pues eso es lo que le ocurrirá al Espanyol ante el CD Mensajero, al jugar el duelo en el estadio Rosendo Hernández, en la Ciudad Deportiva de Miraflores. El hecho de que el campo del cuadro canario, el Silvestre Carrillo, esté en obras, hará que el partido se juegue en el escenario nombrado, terreno de juego en el que el ‘Mensa‘ lleva jugando como local desde inicio de curso.
Rosendo Hernández (Santa Cruz de La Palma, 11 de marzo de 1922 – 3 de agosto de 2006) fue un futbolista espléndido que actuó en el Espanyol durante seis temporadas (de la 1944-45 a la 1949-50) en la posguerra. Llegó procedente del Atlético Aviación a cambio de José Juncosa y 100.000 pesetas, y pronto se hizo con un hueco en el once.
El mediapunta, dueño de la puerta 50 del Stage Front Stadium, se formó en el CD Mensajero, de ahí la unión comentada. Futbolista de gran clase, el historiador del club Juan Segura Palomares le dedicó unas líneas en el libro del centenario blanquiazul. «Punto y aparte merece Rosendo Hernández, un jugador de extraordinaria clase. Fue famoso como predecesor de Kubala en el lanzamiento de los golpes francos cerca del área, pues le daba al balón un efecto especial para salvar la barrera que los hacía mortales. Y famoso fue también por la sutileza de su juego y su carácter difícil».
«Para cabrearlo los parroquianos de Sarrià lo llamaban la señorita, porque contrastando con la apariencia tosca y su rostro cortado al estilo guanche, tenía con el balón en los pies la finura de una bailarina de ballet, que alternaba jugadas maravillosas con espacios de vacío en los que parecía que no estaba», prosigue Palomares. «Es uno de los más grandes jugadores que se han visto nunca en nuestros campos de fútbol, eso sí, de rendimiento variable como su carácter». Rosendo Hernández acabó anotando 52 goles con el Espanyol, con especial mención para su último curso, en el que marcó 12 y llamó la atención de un Real Zaragoza que abonó 600.000 pesetas, una cantidad descomunal para la época, por su pase.
Titular en la final de Copa de 1947 e internacional con España en la Copa del Mundo de 1950 -con lo que su cuadro está colgado en la galería de internacionales del Auditorio Juan Segura Palomares-, se dice que era habitual verlo pasear con un puro palmero en sus labios. Sin duda que, allí donde esté, se estará fumando uno con motivo del CD Mensajero – Espanyol.