Este Espanyol no me gusta. No me escondo, el equipo dirigido por Luis Miguel Ramis me parece que no juega a nada. Pero últimamente gana. Y eso es lo importante. Porque lo único crucial esta campaña es subir, y ya estamos, después de demasiado tiempo fuera de ellos, en puestos de ascenso directo.
El equipo mereció perder en Ipurua, no nos engañemos. El repaso de la SD Eibar al Espanyol a lo largo de los 90 minutos fue de época. Pero ya saben, no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo, el Espanyol apretó en los minutos finales y se llevó, milagrosamente, el gato al agua. Ramis fue valiente con los cambios, no le temblaron las piernas a la hora de hacer debutar a Gastón Valles en su primera citación con el primer equipo -nadie pensaba que fuera a tener minutos, no sean oportunistas- y encontró su premio. Insisto en que los blanquiazules me parecen un equipo lejos de lo que se espera de ellos, pero al menos Ramis parece que ha despertado de su letargo: innova tácticamente y se atreve a la hora de mover el banquillo.
Victoria emocionante por cómo y cuándo se produjo. Triunfo que debe servir de ‘click’, como aquel empate ante el CD Mirandés en Anduva (2-2, igualada de Nico Melamed en el 95′) en la campaña 2020-21 que fue el principio de una buena racha que acabaría con el equipo ascendiendo a Primera división. ¿Será así y acabará igual? Solo el tiempo lo dirá. Pero el chute de moral que ha debido dar un triunfo como el de la pasada jornada al vestuario ha de ser de campeonato.
Y si se produce, algo que deseo como todos con todas mis fuerzas, será sin duda un ascenso mucho más valioso que el de la 2020-21. Con cambio de entrenador, con un equipo que se ha dejado demasiados puntos por el camino, que encaja demasiado fácil y que se encuentra con triunfos como el de Ipurua. Pero todos valen, y este ha sido de seis puntos por todo lo que ha significado. Que esta victoria sea lo que este Espanyol necesitaba para empezar a funcionar como todos queremos.