Reconozco que tengo muy mala memoria. Malísima, diría. Los cumpleaños se me olvidan, tengo que apuntármelo todo en la agenda, las fechas importantes se me pasan… En este aspecto, soy un poco desastre y ello me ha provocado algún que otro enfado de mis allegados. Lo comprendo perfectamente y hago terribles esfuerzos por subsanar este ‘problemilla’.
Pero hay cosas que no se olvidan por muy mala memoria que tenga uno. No sé qué tipo de mente debo tener, pero de las cosas que más recuerdo son tragedias y malas noticias. Me acuerdo perfectamente dónde y qué estaba haciendo el 11-S o durante el atentado islamista en Barcelona. Por supuesto, y como si fuera ayer, la muerte de mi padre, de la que va a hacer 18 años. Y el fallecimiento de Dani Jarque.
No había tenido demasiadas oportunidades de hablar con Dani. Quizás alguna entrevista, pero poco más. Mi caracter introvertido (por suerte, se ha ido solucionando con los años, aunque algo queda) me hacía evitar el contacto con mis ídolos. Sí, porque para un chico que todavía estaba en la universidad y apenas llevaba unos años en el pionero ‘Blanc-i-Blau‘, eran ídolos. Ahora, con el paso de las temporadas, esta visión ha cambiado.
Pero todo contacto que había tenido con Dani había sido espectacular. Respetuoso, cariñoso y perico. Muy perico. Lo pueden corroborar grandes amigos suyos como Javi Chica, Ferran Corominas o Moisés Hurtado. Dani Jarque tenía carisma, madera de líder, pero de esos líderes cercanos, de los que gusta tener en un vestuario.
Por ello, y supongo que como todos ustedes, recuerdo perfectamente ese 8 de agosto de 2009. Quién me dio la noticia cuando todavía solo era un rumor, ver a Oriol Vidal por televisión con la cara desencajada, ese sentimiento de vacío… Reconozco que lo que más me impactó fue cómo en ese momento de dolor indescriptible, el espanyolismo se unió más que nunca.
El Espanyol no ha podido tener mejor homenaje a Dani Jarque que todos y cada uno de los que se le han hecho: Poner su nombre a la Ciutat Esportiva, hacerle dos estatuas para recordar su persona y que el número 21 luzca en todos los brazaletes de los diversos equipos de la entidad. Pero, sobre todo, ese aplauso espontáneo de la grada en cada minuto 21, aplauso que también sonó en la Nova Creu Alta en el último amistoso blanquiazul y al que se unió la afición arlequinada.
Ibas a hacer historia en este club, Dani, pero ahora eres eterno. Y cada 8 de agosto nos sigue recorriendo un escalofrío por el cuerpo, porque ese maldito día de 2009 perdimos una parte importante de nosotros. Pero tu recuerdo es imborrable, y pasa de generación en generación. Porque a ti, por muy mala memoria que tenga, ni te olvido ni te olvidamos. Eres para siempre parte de este escudo y estos colores, parte del Espanyol.