Ser perico, sobre todo siendo un chaval, no es nada fácil. Tiene mucho mérito levantarte en una clase y decir “no canto el himno del Barça” o “no quiero ir al Museu culé” ante treinta compañeros y un profesor. Es una presión muy difícil de soportar, que se rían de ti porque su club de millonarios gana títulos y tiene a jugadores de fama mundial y tú has de llevar una camiseta con el nombre de Dani Jarque porque somos incapaces de generar nuevos ídolos dado que vendemos a cualquier futbolista que despunte antes que sea un referente de verdad entre la afición.
Nos costará mucho en el futuro poder mantener a un Tamudo diez años, a alguien que pueda ser el nuevo banderín de enganche. Ojalá lo sea Omar, o Joan García, o Puado, o Jofre… pero visto lo que vivimos con Nico Melamed, me temo que no será así. De ahí que ser ‘cabezón’ haya sido importante para ser perico y no cambiar de colores. Nuestra voluntad de lucha y resistencia nos ha hecho sobrevivir a pesar de los tiempos agitados que hemos vivido en los últimos años.
Somos cabezones, orgullosos y nos cuesta dar nuestro brazo a torcer si pensamos que llevamos la razón. A nosotros siempre nos ha ido más el no bajarnos del burro, el ir hasta el final, el llevar nuestras filias y fobias hasta el extremo… Esta actitud nos ha provocado un buen número de enfrentamientos internos que nos han debilitado, pero nos ha mantenido con vida durante 125 años. Así que habrá que gritar: ¡Viva la tozudez perica! (casi siempre).