Este jueves el Stage Front Stadium debe rugir como nunca. Empieza la hora de la verdad y ya nadie puede fallar. Tras la victoria en El Molinón, el pase a la final del ‘play-off’ se decidirá en Cornellà. Ante nuestra gente. Y ningún carné de socio se puede quedar en casa. Las sensaciones que tengo son positivas, ya que en estos últimos días varios amigos me han pedido mis carnés para ir al partido, algo que no me había sucedido en todo el curso. El cartel de no hay entradas, que ha colgado el club hoy martes por la mañana, es la demostración más clara de que la afición es consciente de lo mucho que hay en juego. Si el abonado responde, el Stage Front Stadium presentará una gran entrada.
El Espanyol tiene un arma secreta para pelear por el ascenso a Primera. Para comerle la tostada al Sporting de Gijón y después al Eibar o Oviedo. Es su afición, un espanyolismo ávido de alegrías en los últimos tiempos que este jueves (21.00h) volverá a ejercer, como tantas veces, de jugador número 12. Pese a la irregular temporada del conjunto perico, la afición no fallará.
El club blanquiazul anunció en septiembre que cerraba la campaña de renovación con 24.311 abonados, pero se espera que la asistencia al templo perico sea superior en lo que queda de temporada. En nuestra historia tenemos claros momentos en los que el equipo se jugaba la vida y la pericada estuvo a la altura. A la mente me vienen dos ejemplos, seguramente los mismos que a vosotros amigos lectores -los partidos en Montjuïc ante el Murcia y la Real Sociedad- en los que, pese a la complicada situación, el Espanyol logró, con mucho sufrimiento, evitar el descenso a Segunda división.
El 13 de mayo de 2006, hasta el último minuto hubo tensión. Nervios. Preocupación. Las caras de la afición eran un poema y se palpaba el pánico. Al Espanyol solo le valía ganar al conjunto donostiarra y los 48.950 pericos que subieron a la montaña olímpica dejaron una clara demostración de compromiso. Se dejaron las gargantas para llevar en volandas a unos jugadores que, aunque estaban siendo superiores, no tenían el premio del gol. Hasta tres balones mandamos al palo. Hasta que en el 91’, Coro rescató al Espanyol del abismo. Fue como descorchar una botella de cava tras agitarla mucho tiempo.
Solo dos años antes, el 24 de mayo de 2004 se vivió otra situación similar. Último partido y había que ganar para salvarse. Contra el Murcia, los goles de Raúl Tamudo y Alberto Lopo dieron la salvación. Un triunfo, repleto de imágenes para la historia, resultó ser una lección de sentimiento perico. 51.7000 en la grada y miles de ellos invadiendo el campo exultantes de alegría.
Ahora espero tener dos partidos en casa en el que se repitan estas imágenes. Y que acabe con abrazos, besos, banderas al aire, y lágrimas. Sobre todo, lágrimas por el objetivo conseguido y que sirvan de lección para que no se repita. Hemos de ascender y que nos devuelvan las ganas de sonreír. Si Cornellà presenta un gran ambientazo, Primera estará más cerca.