Uno de los aspectos que más contribuye a que el RCD Espanyol no crezca y a que no rompamos nuestro techo de cristal es lo que me gusta llamar como ‘síndrome de Calimero’, que es nuestra tendencia al victimismo. ¿Recuerdan quien era Calímero? Era un personaje de dibujos animados, un pollito negro con un cascarón de huevo en la cabeza que continuamente decía “nadie me quiere”, “no es justo” y siempre se quejaba de lo mal que le iban las cosas.
Es caer en la típica queja de “a los pericos no nos quiere la prensa, no nos quieren los políticos, no nos quieren los empresarios”. Es el lamento como forma de vida, como justificación: si no somos más grandes es porque todos están en contra nuestra y no nos ponen las cosas fáciles. Pues claro que no nos van a ayudar, si tenemos enfrente un imperio deportivo llamado Barça que quiere copar todo el espacio del fútbol catalán, es normal que no nos hagan demasiado caso.
A los medios de comunicación, a los políticos y otras personalidades siempre les interesa tener buenas relaciones con el poderoso, no con el “pequeño”. Pero lo que no tenemos que hacer es lamentarnos, lo que hemos de hacer es luchar y hacerles ver que el que dediquen dieciocho páginas al Barça no es incompatible con que haya una sección dedicada al Espanyol que sea significativa, y que cuando se juegue un derbi no es necesario poner portadas que nos indignen. Y qué venir al palco perico no provoca infecciones y que se puede ser político y ver un Espanyol – Valladolid sin que eso signifique que vayas a perder las próximas elecciones. De hecho, Salvador Illa es perico y las ha ganado.
Hay que abrir frentes y luchar hasta el final. Estar siempre atentos, denunciar, y luchar. Que los propagandistas culés vean que su labor no quedará impune, incluso que puede afectar a su ‘crédito’ o ‘reputación’ profesional. Debatir, refutar, dar a conocer nuestros puntos de vista. Este es el camino.