A falta de seis jornadas para que acabe la liga y lograr el ascenso a Primera, sobran las palabras de aliento, slogans de ánimos y frases hechas. Ha llegado la hora de la acción y de poner en práctica la teoría de la que todo el mundo habla. A estas alturas de la temporada ya no sirven excusas de ningún tipo para salir victoriosos del campo. Ni siquiera apelar a los árbitros porque el Espanyol tiene sobrada experiencia como para saber qué si no sale al 200 por cien, no será posible un triunfo salvo un milagro. Los pericos tienen que ‘batallar’ contra muchos rivales y, a veces, los peores enemigos son ellos mismos.
Cuando una plantilla tiene tres técnicos en una temporada es que algo falla. Y el vestuario no es el único culpable: por encima de ellos está el director deportivo, los dirigentes de la entidad y el propio presidente/propietario/empresario. La afición es la única que siempre ha tenido claro el objetivo porque ella sí es de Primera. Además, la inestabilidad institucional siempre acaba pasando ‘factura’ al primer equipo. Es un mal habitual en el fútbol.
Pero ahora no es el momento de señalar con el dedo porque el tiempo apremia y cada vez quedan menos oportunidades para conseguir el ascenso. Entrenador y futbolistas deben ‘sacudirse’ la presión de encima y centrarse en lo que saben hacer: plantear un partido para ganar y jugar sea cual sea el adversario. Es decir, demostrar que este Espanyol (y hablo en el aspecto futbolístico) tiene un lugar en la máxima división.
La trayectoria del equipo ha sido irregular en esta liga, a pesar de ser el gran favorito para subir de forma directa a Primera división, y eso le ha llevado a depender de los resultados de los rivales. No ha sabido imponer su ‘ley’ en el campo ni hacerse ‘respetar’ por el contrario. Le quedan seis partidos para dar un giro de 180 grados a la situación, con el ‘permiso’ de sus rivales. Estamos en el momento más crucial de la temporada, cualquier error se pagará caro y el Espanyol no puede permitirse el lujo de salir al campo a verlas venir sino de ir a por la victoria desde el inicio hasta que el árbitro pite el final. Ha llegado la hora de la verdad y esta vez va en serio.